sábado, 6 de noviembre de 2010

01/02/2010

Escribir historias de metro depende totalmente de mi estado de ánimo. En estos momentos lo que mi ánimo permite es hacer un recuento de las muchas historias que algun día contaré/escribiré: un mono en el vagón, un hombre que se cree león, otro que la miseria lo ha devuelto a un estado completamente instintivo; una ciudad de post-guerrra, olvidada; un amanecer en el metro; un vagón con loo que somos (sin ningún orgullo): bochinche, piropos, abuso, irrespeto; un viaje de escribir porque no puedo hablar; una realidad innegable, irreparable, inevitable.

De olvidar, ¿o recordar? (febrero 2010)

Hoy se me olvidó que existía la estación Sabana Grande:
-Falta pasar por Plaza Venezuela, Chacaito y Chacao

Ojalá olvidarte (u olvidar sólo algunos aspectos de ti) fuera igual de sencillo, pasara sin darme cuenta.

10/02/2010

Hoy no tolero a los ignorantes que creen que se la están comiendo por gritar una canción de regueton, incontrolablemente, desde Petare hasta La Hoyada; únicamente porque el concepto de respeto nunca ha pasado por sus cabezas.
Y mucho menos tolero a los idiotas que creen que eso es gracioso.
Estoy harta de que los vagones sean un claro reflejo de la miseria cultural de este país, de la falta de educación.

Recordando historias

Acabo de encontrar un cuadernito de notas donde reposan historias de metro. Hay unas cuantas donde en vez de resumirse Caracas a un vagón, me resumo yo misma. Es por eso que lo que buscan las entradas más recientes es recordar.