sábado, 6 de noviembre de 2010

01/02/2010

Escribir historias de metro depende totalmente de mi estado de ánimo. En estos momentos lo que mi ánimo permite es hacer un recuento de las muchas historias que algun día contaré/escribiré: un mono en el vagón, un hombre que se cree león, otro que la miseria lo ha devuelto a un estado completamente instintivo; una ciudad de post-guerrra, olvidada; un amanecer en el metro; un vagón con loo que somos (sin ningún orgullo): bochinche, piropos, abuso, irrespeto; un viaje de escribir porque no puedo hablar; una realidad innegable, irreparable, inevitable.

De olvidar, ¿o recordar? (febrero 2010)

Hoy se me olvidó que existía la estación Sabana Grande:
-Falta pasar por Plaza Venezuela, Chacaito y Chacao

Ojalá olvidarte (u olvidar sólo algunos aspectos de ti) fuera igual de sencillo, pasara sin darme cuenta.

10/02/2010

Hoy no tolero a los ignorantes que creen que se la están comiendo por gritar una canción de regueton, incontrolablemente, desde Petare hasta La Hoyada; únicamente porque el concepto de respeto nunca ha pasado por sus cabezas.
Y mucho menos tolero a los idiotas que creen que eso es gracioso.
Estoy harta de que los vagones sean un claro reflejo de la miseria cultural de este país, de la falta de educación.

Recordando historias

Acabo de encontrar un cuadernito de notas donde reposan historias de metro. Hay unas cuantas donde en vez de resumirse Caracas a un vagón, me resumo yo misma. Es por eso que lo que buscan las entradas más recientes es recordar.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Estación: Bellas Artes

La que ha decidido viajar conmigo, hasta ahora, indefinidamente: Kala Madriz

-Bebé, bebé, ¿bebé?
-Este tipo está loco.
Tenía cinco minutos conversando con un tipo, eso no tiene más nombre que TIPO; cercano a los treinta y cinco años de edad, un poco robusto, con los dedos de las manos gruesos y curtíos, así entre las uñas, realmente daba asco.
Estaba sentada en el primer asiento del lado derecho, pegada a la ventana de un metrobús, y a mi lado este hombre.
Fue un simple hola, ¿no podía ser descortés? Ahorita me arrepiento (o quizás no), toda una dama, blablabla, tonterías
Siguiente oración de la conversación.
Aunque no sé si eso fue una conversación o un monólogo, lo cierto es que este tipo me decía “poesía”
-¿nunca te dijeron que tus ojos brillan como dos luceros? Son de un tiernos.
Algo así dijo, no le paré mucho, no podía dejar de pensar en lo ridículo y patético que se veía un viejo sádico diciéndole poesía a una desconocida que podía ser su hija, una desconocida que le puso “el corazón a latir y el estómago vacío” ¡Por Dios!
Por lo menos lo reviví ¿no? El hombre estaba muerto, yo creo que sigue muerto, pero sigue.
El tipo en menos de cinco minutos ya tenía toda una película montada, una ilusión de cómo podría ser nuestra vida juntos:
-si fueras mi esposa nos mudaríamos a Mérida, en donde haya frío y te montaría en un caballo para verte cabalgar por la montaña.
La fantasía sexual de este hombre no me la podía quitar de la cabeza. Tanto que me dicen que soy una antipática y no, ahí ese hola no lo pude evitar. Tenía pereza, era viernes en la noche, me daba demasiada ladilla cambiarme de puesto, entonces me quedé ahí, indiferente y fría como un hielo, y el hombre sigue que sigue “sería Mérida para poder dormir contigo abrazaditos” WACALAAAAAA “bebé, bebé oye bebé”.
Con qué loco me conseguí yo hoy, empecé el día quejándome de los hombres porque no son arriesgados con las mujeres y ¡Pum! ahí tienes, me callaron la boca y de la mejor manera, ahí tienes tu hombre arriesgado.
-Bebé, bebé oye bebé te imaginas un bebecito así tuyo y mío, con tu boca tus orejas y mis ojos, te verías tan bella con una barriguita.
LOCO, LOCO, LOCO
-bueno bebé ya se va a bajar tu fastidiosito, la próxima vez que te vea te regalo un chocolatito.
Gracias Dios mío, y pensar que se quedó en la primera parada que hizo el metrobús.
No quiero ningún chocolate, no lo quiero volver a ver, ni siquiera me quiero imaginar sus fantasías infelices hasta la novena parada, en la que me quedo yo.

A lo que yo agregaría: no quiero volver a escuchar promesas que nunca se van a cumplir.
En un tono rencoroso, hoy afirmo, que los hombres son populistas.
Lo peor de todo es que, conscientemente, les creemos (les creo).

lunes, 9 de noviembre de 2009

09/11/2009

(A ti, mi excusa para sonreír)
No sé porqué, pero he dejado pasar muchas historias de metro.
Hoy ocurrió algo que me hizo recordar que vale la pena escribirlas.
En mi viaje, una muchacha se comenzaba a maquillar cuando ya mis ojos no aguantaron y cedieron al sueño. Al volverlos a abrir, su rostro había cambiado por completo y me sorprendió cuando una sonrisa surgió de la nada. Supuse que un recuerdo fue el culpable de tal manifiesto de picardía y felicidad compartida.
De alguna manera me contagió y las dos sonreímos placenteramente. Qué bien se siente no sólo encontrarte con pensamientos rutinarios, sino que te sorprendan –de vez en cuando- recuerdos que, sencillamente, te hacen sonreír sin razón aparente.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Fuera de servicio

Extrañando la vida subterránea, los encuentros inesperados (que siempre busca la mirada), la rutina.
¿Extrañándote a ti?
Ya no tanto.