La que ha decidido viajar conmigo, hasta ahora, indefinidamente: Kala Madriz
-Bebé, bebé, ¿bebé?
-Este tipo está loco.
Tenía cinco minutos conversando con un tipo, eso no tiene más nombre que TIPO; cercano a los treinta y cinco años de edad, un poco robusto, con los dedos de las manos gruesos y curtíos, así entre las uñas, realmente daba asco.
Estaba sentada en el primer asiento del lado derecho, pegada a la ventana de un metrobús, y a mi lado este hombre.
Fue un simple hola, ¿no podía ser descortés? Ahorita me arrepiento (o quizás no), toda una dama, blablabla, tonterías
Siguiente oración de la conversación.
Aunque no sé si eso fue una conversación o un monólogo, lo cierto es que este tipo me decía “poesía”
-¿nunca te dijeron que tus ojos brillan como dos luceros? Son de un tiernos.
Algo así dijo, no le paré mucho, no podía dejar de pensar en lo ridículo y patético que se veía un viejo sádico diciéndole poesía a una desconocida que podía ser su hija, una desconocida que le puso “el corazón a latir y el estómago vacío” ¡Por Dios!
Por lo menos lo reviví ¿no? El hombre estaba muerto, yo creo que sigue muerto, pero sigue.
El tipo en menos de cinco minutos ya tenía toda una película montada, una ilusión de cómo podría ser nuestra vida juntos:
-si fueras mi esposa nos mudaríamos a Mérida, en donde haya frío y te montaría en un caballo para verte cabalgar por la montaña.
La fantasía sexual de este hombre no me la podía quitar de la cabeza. Tanto que me dicen que soy una antipática y no, ahí ese hola no lo pude evitar. Tenía pereza, era viernes en la noche, me daba demasiada ladilla cambiarme de puesto, entonces me quedé ahí, indiferente y fría como un hielo, y el hombre sigue que sigue “sería Mérida para poder dormir contigo abrazaditos” WACALAAAAAA “bebé, bebé oye bebé”.
Con qué loco me conseguí yo hoy, empecé el día quejándome de los hombres porque no son arriesgados con las mujeres y ¡Pum! ahí tienes, me callaron la boca y de la mejor manera, ahí tienes tu hombre arriesgado.
-Bebé, bebé oye bebé te imaginas un bebecito así tuyo y mío, con tu boca tus orejas y mis ojos, te verías tan bella con una barriguita.
LOCO, LOCO, LOCO
-bueno bebé ya se va a bajar tu fastidiosito, la próxima vez que te vea te regalo un chocolatito.
Gracias Dios mío, y pensar que se quedó en la primera parada que hizo el metrobús.
No quiero ningún chocolate, no lo quiero volver a ver, ni siquiera me quiero imaginar sus fantasías infelices hasta la novena parada, en la que me quedo yo.
A lo que yo agregaría: no quiero volver a escuchar promesas que nunca se van a cumplir.
En un tono rencoroso, hoy afirmo, que los hombres son populistas.
Lo peor de todo es que, conscientemente, les creemos (les creo).
miércoles, 25 de noviembre de 2009
lunes, 9 de noviembre de 2009
09/11/2009
(A ti, mi excusa para sonreír)
No sé porqué, pero he dejado pasar muchas historias de metro.
Hoy ocurrió algo que me hizo recordar que vale la pena escribirlas.
En mi viaje, una muchacha se comenzaba a maquillar cuando ya mis ojos no aguantaron y cedieron al sueño. Al volverlos a abrir, su rostro había cambiado por completo y me sorprendió cuando una sonrisa surgió de la nada. Supuse que un recuerdo fue el culpable de tal manifiesto de picardía y felicidad compartida.
De alguna manera me contagió y las dos sonreímos placenteramente. Qué bien se siente no sólo encontrarte con pensamientos rutinarios, sino que te sorprendan –de vez en cuando- recuerdos que, sencillamente, te hacen sonreír sin razón aparente.
No sé porqué, pero he dejado pasar muchas historias de metro.
Hoy ocurrió algo que me hizo recordar que vale la pena escribirlas.
En mi viaje, una muchacha se comenzaba a maquillar cuando ya mis ojos no aguantaron y cedieron al sueño. Al volverlos a abrir, su rostro había cambiado por completo y me sorprendió cuando una sonrisa surgió de la nada. Supuse que un recuerdo fue el culpable de tal manifiesto de picardía y felicidad compartida.
De alguna manera me contagió y las dos sonreímos placenteramente. Qué bien se siente no sólo encontrarte con pensamientos rutinarios, sino que te sorprendan –de vez en cuando- recuerdos que, sencillamente, te hacen sonreír sin razón aparente.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Fuera de servicio
Extrañando la vida subterránea, los encuentros inesperados (que siempre busca la mirada), la rutina.
¿Extrañándote a ti?
Ya no tanto.
¿Extrañándote a ti?
Ya no tanto.
lunes, 10 de agosto de 2009
sábado, 23 de mayo de 2009
lunes, 18 de mayo de 2009
Pasos subterráneos
es momento de dejar que otros se paseen por este vagón...
Estación Bellas Artes, donde siempre se baja apresuradamente: Kala Madriz
Escucho cientos de pasos, no dejan de ir y venir, no conozco a nadie a mi alrededor y al igual que muchos de ellos evado el hecho de estar caminando con desconocidos, los vuelvo invisibles; no los siento, ni ellos a mí.
Camino lo más rápido que puedo, sólo porque la muchedumbre inconscientemente me lo exige. No es un trayecto muy largo, las cerámicas rosadas con verde que nos invaden están impregnadas de innumerables historias, secretos o cuentos que en el recorrido, una vez que los comenzamos a escuchar, se vuelven totalmente imperceptibles.
Me distraigo con las miradas que no van a ningún lado, casi todas dirigidas a un punto infinito en el suelo sucio, y que mientras van avanzando se van alejando; probablemente están inmiscuidas en algún tema que invade y compete los pensamientos de quienes caminan.
El ambiente melancólico de las paredes rosadas, luego de varios metros de caminata, es sustituido por grandes figuras geométricas de colores vivos que hacen avivar el contexto, mas no los sentimientos escondidos en los distintos rostros que de forma rutinaria hacen este recorrido.
Sigo caminando y todo cambia de dirección, ya no me guía la marcha de los pasos y los cuerpos aprisionados en este pasillo sino mi propio sentido de orientación, todo acaba ahí, en las cerámicas amarillas, aunque en el camino que me espera en la ciudad sobre mi cabeza, no voy a dejar de encontrarme pasos sin interés y tampoco voy a dejar de volver a andar por pasillos subterráneos.
Estación Bellas Artes, donde siempre se baja apresuradamente: Kala Madriz
Escucho cientos de pasos, no dejan de ir y venir, no conozco a nadie a mi alrededor y al igual que muchos de ellos evado el hecho de estar caminando con desconocidos, los vuelvo invisibles; no los siento, ni ellos a mí.
Camino lo más rápido que puedo, sólo porque la muchedumbre inconscientemente me lo exige. No es un trayecto muy largo, las cerámicas rosadas con verde que nos invaden están impregnadas de innumerables historias, secretos o cuentos que en el recorrido, una vez que los comenzamos a escuchar, se vuelven totalmente imperceptibles.
Me distraigo con las miradas que no van a ningún lado, casi todas dirigidas a un punto infinito en el suelo sucio, y que mientras van avanzando se van alejando; probablemente están inmiscuidas en algún tema que invade y compete los pensamientos de quienes caminan.
El ambiente melancólico de las paredes rosadas, luego de varios metros de caminata, es sustituido por grandes figuras geométricas de colores vivos que hacen avivar el contexto, mas no los sentimientos escondidos en los distintos rostros que de forma rutinaria hacen este recorrido.
Sigo caminando y todo cambia de dirección, ya no me guía la marcha de los pasos y los cuerpos aprisionados en este pasillo sino mi propio sentido de orientación, todo acaba ahí, en las cerámicas amarillas, aunque en el camino que me espera en la ciudad sobre mi cabeza, no voy a dejar de encontrarme pasos sin interés y tampoco voy a dejar de volver a andar por pasillos subterráneos.
viernes, 8 de mayo de 2009
martes, 21 de abril de 2009
Sobre estar y no estar
6pm. Dirección Palo Verde.
Desde esta esquina puedo ver todo, el caos es el compañero en este vagón. Las caras de desesperación, inundadas de sudor, van de la mano con los cuerpos que salen aceleradamente al abrir las puertas en un movimiento casi inerte.
Es inevitable sentirme ajena a todo lo que está sucediendo, pero igual soy parte de ello, después de todo soy una usuario más en su trayecto de vuelta a casa.
Desde esta esquina observo tranquilamente mientras mi cabeza se mueve al ritmo del vagón, mientras me recuesto cómodamente en el espaldar naranja.
Me incorporo y salgo. Comienzo a formar parte de la marea inerte, sin embargo, sigo sintiéndome fuera de ella. ¿No suena como a analogía socio-política?
–¡¡Mamita, caminaaa!!
–Disculpe, es que no estoy aquí.
Desde esta esquina puedo ver todo, el caos es el compañero en este vagón. Las caras de desesperación, inundadas de sudor, van de la mano con los cuerpos que salen aceleradamente al abrir las puertas en un movimiento casi inerte.
Es inevitable sentirme ajena a todo lo que está sucediendo, pero igual soy parte de ello, después de todo soy una usuario más en su trayecto de vuelta a casa.
Desde esta esquina observo tranquilamente mientras mi cabeza se mueve al ritmo del vagón, mientras me recuesto cómodamente en el espaldar naranja.
Me incorporo y salgo. Comienzo a formar parte de la marea inerte, sin embargo, sigo sintiéndome fuera de ella. ¿No suena como a analogía socio-política?
–¡¡Mamita, caminaaa!!
–Disculpe, es que no estoy aquí.
09/07/2008
Hoy el vagón se tornó anaranjado, azul, morado.
A mi lado viajaban jirafas y elefantes, gorilas y serpientes.
Salimos volando y pude observar desde arriba -como si fuese un satélite- una Caracas agresiva de hora pico.
Hoy se me coloreó el día y quería que tú también pudieras verlo.
Estación Antímano. Como era de esperarse, todo fue un sueño.
La imaginación de vez en cuando es traicionera.
No me gusta que seas sólo un bonito recuerdo.
A mi lado viajaban jirafas y elefantes, gorilas y serpientes.
Salimos volando y pude observar desde arriba -como si fuese un satélite- una Caracas agresiva de hora pico.
Hoy se me coloreó el día y quería que tú también pudieras verlo.
Estación Antímano. Como era de esperarse, todo fue un sueño.
La imaginación de vez en cuando es traicionera.
No me gusta que seas sólo un bonito recuerdo.
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