Hoy es un no lunes y por esas casualidades, que se te presentan muy raramente, logré sentarme en mi viaje de ida, lo cual me permitió aislarme un poco más de lo normal y disfrutar de la intensidad espiritual de Kandinsky y su abstraccionismo. Mi viaje fue corto, tanto de ida como de venida.
Se me había olvidado la existencia de los encuentros gracias a una sala de chat, pensé que eso estaba pasado de moda o algo así, pero hoy comprobé que no. Escuchar la conversa de una pareja que viajaba a mi lado fue más que suficiente para entenderlo. Entraron al vagón en Chacao y según lo que escuché les faltaba una estación al momento de bajarme. Ella de una estatura no convencional, de grandes atributos. Él, un flaco común, de esos que te provoca alimentar. Definitivamente hay un prototipo de venezolana que vive de recordarle a los demás, y por lo tanto a sí misma, todo eso de lo que carece. Y cómo les encanta a los hombres una mujer que los convenza de lo bella que es.
Seguridad ante todo ¿no?
De eso se trataba este encuentro, de convencer. De pretender que no cuando es sí. De inventar historias, relaciones, amistades. De venderse y coquetear.
“Yo no soy de nadie, quien me quiera me quiere así, sino que no lo haga” decía ella mientras se arreglaba el cabello en el reflejo de la ventana del metro con un cepillo que sacó de su cartera. Él sonreía y no podía dejar de mirarla.
Hoy es lunes, día de encuentros, de ponerle cara a las palabras, de alegrarse con cualquier cosa, de no ir más allá… pero al final de cuentas ¿quién dijo que un lunes no se disfruta una ida al cine del Sambil y unos churros para llevar?
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