martes, 8 de enero de 2008

08/01/2008

Creo que la idea de literalmente escribir historias de metro hace que disfrute menos el viaje y me preocupe por buscar que pase algo fuera de lo normal que sirva de anécdota. En mi viaje de ida pensaba que a lo mejor ésto le quitaría la magia a esos encuentros extraños, que mi anhelo por contar las cosas haría que mis viajes fueran aburridos y monótonos. Menos mal que de la nada (como siempre) apareció un personaje que no sólo me dio ánimos de seguir escribiendo sino que se encargó de arrebatar varias sonrisas a los que íbamos allí.
Bastó ver sus manos para calcular su edad y apenas comenzó a hablar tuve que subir la mirada y ponerle rostro al individuo. Unos 60 años diría yo, vestido al mejor estilo de su juventud. El hombre esperó que se cerraran las puertas para comenzar a descargarnos su sarcasmo.
“Si toso es por el aire acondicionado… ¿aire acondicionado? Pss ¡Viva Venezuela carajo!”
Así se dio inicio a una serie de hostilidades que ponían un tanto incómodos a los que viajábamos con él. En su grito de guerra, según él, citaba a un coño de madre por ahí “Hoy me tiras un peo, mañana me cagarás, recoge tus macundales que a esta mierda no vuelves más.” Esto lo gritaba entre cuentos de adecos porque “los adecos son como los poetas, se adaptan a todo. ¡Yo sí soy adeco carajo!” Estación a estación nos iba contando su historia. “¡Rascao y limpio! Así estoy, todavía celebrando lo del primero de mayo… que digo, diciembre… el 2… ¡esa vaina carajo!”
Todo se fue tornando más ameno, después de varias estaciones nos íbamos ganando su confianza. Era como un show que él había planificado sólo para aquellos que lo acompañaríamos desde el inicio de su viaje hasta el final, ya que sólo hablaba cuando las puertas se cerraban.
“¡Uy! Cuando llegue a mi casa… ¡mi mujer me va a botar! ¡No importa que te boten, alguien más te recoge!” Su cara cambió de inmediato y para mí fue suficiente para entender la razón de su grito de guerra. No lo acompañé hasta el final pero me bajé con sus bendiciones y escuchando como le coqueteaba a una muchacha que se bajaba conmigo “Una administradora, ejecutiva hard core… ¡pero si eres bella! Adiós guapetona… que Dios te bendiga a ti también”
Ahí se me ocurrió algo más, probablemente todo se reduce a una historia de amor. ¿Será que Caracas es eso, una interminable historia de amor?

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